Por Karina Escobar
La historia de nuestro país es realmente compleja; podríamos compararla ya sea con un árbol ancestral, cuyas ramas representan todos los hechos ocurridos a lo largo del tiempo, o bien, con un cosmos extenso, difícil de abordar en unas cuantas páginas. Es por esta razón que creo conveniente tratar tan solo un punto de nuestra historia, me refiero al período colonial.
El Salvador, como la mayoría de los países latinoamericanos, ha marchado por senderos difíciles y henchidos de injusticias inefables; La Colonia ha sido uno de tantos. Los hechos más destacados de este período son, en primer lugar, el cambio gigantesco experimentado por los habitantes prehispánicos, a quienes se les impuso no sólo una nueva forma de vida, sino también una visión de mundo, una ideología absolutamente disímil a la que solían tener; y en segundo lugar, el aparecimiento de los mestizos, quienes constituyen la mayor parte de la población salvadoreña en la actualidad.
Se sabe que las civilizaciones nativas de nuestro país fueron conquistadas por completo en 1525. Después de esto, empezó la colonización que consistió, principalmente, en la explotación de la nueva máquina productora: el indígena. Así fue como surgió la institución conocida como encomienda, y fue la época en que sucedieron barbarismos difíciles de narrar.
Desde mi punto de vista, La Encomienda —que fue durante los cambios de La Colonia— fue una institución deshumanizante que ocultó bajo una superficie armoniosa y seguidora de leyes defensoras de los derechos de los indígenas, una extensa línea de atrocidades en contra del pueblo prehispánico; atrocidades que nunca nadie quiso aceptar, pues era conveniente aprovechar la mano de obra barata (por no decir gratuita) que producía y acrecentaba la fortuna de la corona española. Asimismo, cabe destacar que la iglesia católica desempeñó un rol importante dentro de este círculo de violaciones; en especial, porque fue a través de la máscara de la evangelización que también se permitió cometer muchas brutalidades; se le enseñó al indígena a aceptar su horrible destino pues así lo había escrito Dios.
En la colonia existieron las tierras ejidales, pero de una forma muy precaria. La concentración de las tierras en pocas manos constituyó, desde entonces, uno de los problemas sociales más importantes que produjo un desequilibrio en el repartimiento justo de la riqueza y, por ende, también produjo los levantamientos campesinos en siglos posteriores.
Los habitantes prehispánicos fueron desposeídos de sus propias tierras, fueron sometidos a trabajar como esclavos por remuneraciones inhumanas; a pagar tributos, a dar diezmos y esconder sus expresiones artísticas por ser consideradas herejías; en resumen se vieron obligados a ocultar su verdadera identidad y aceptar su lamentable sino por mandato divino. Pero a pesar de este horrible escenario de resignación, las manifestaciones autóctonas sufrieron un sincretismo, y es gracias a esto, que podemos apreciar en algunas tradiciones actuales, rastros de los ritos de los pueblos prehispánicos.
A finales del período colonial, la masa mestiza alcanzó grandes niveles. La población se empapó de ideales liberales provenientes de Francia y poco a poco, los criollos junto a algunos mestizos, buscaron la libertad de El Salvador, pero para sus propios beneficios.
El descubrimiento y la conquista del territorio salvadoreño y la colonización de sus habitantes prehispánicos, son acontecimientos que se han perdido en los páramos tétricos de nuestra inconciencia histórica. Estos hechos se han convertido en historias legendarias que no competen con nuestra realidad; con nuestra rutina sumergida en un mundo moderno y desorganizado, cuyo único propósito yace en sobrevivir el día a como dé lugar. Sin embargo, debemos tener presente, que sólo al recordar los hechos de nuestro pasado podremos comprender lo que somos hoy, para buscar alternativas y tratar de ser mejores.
miércoles, 23 de mayo de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario