Por Rubén Marino
“Libro a mi parecer divi-
si encubriera más lo huma-“
Miguel de Cervantes
Me enviaron una invitación para participar en esta revista hace una semana. Supe que el número saldría para Mayo o Junio dependiendo del apoyo que recibiera por parte de la Universidad Nacional, y que sería muy dificultoso lograr la publicación por la situación caótica de estos tiempos. Agradezco la confianza ciega por parte de los editores y la paciencia del lector, tan amado y misericordioso, que recibe las palabras sencillas de un estudiante en proceso de formación.
Me solicitaron un artículo sobre un escritor universal. La pregunta surge de inmediato: ¿Quién? Pensé en aniversarios, natalicios y homenajes, y realmente resulta una lista grande; además hay que aumentar este hecho importante: No podría ser cualquiera. Al final pensé en mi experiencia con Fernando de Rojas, que para todos por antonomasia, es hablar de La Celestina. Conversemos un poco de ambas pues, al respecto.
Se dice que el Bachiller en Derecho Fernando de Rojas nació hacia 1465, en La Puebla de Montalbán. De padres judíos, viviendo en una época difícil para España y estudió en la Universidad de Salamanca, probablemente entre 1485 y 1491. Él mismo diría que escribió La Celestina en unos quince días, dato bastante incierto, debido a comprobaciones hechas por diversos estudios sobre psicología del texto y otras ramas de la Lingüística, que confirman su inagotable lectura de los clásicos, meditación y borrajeo que ningún ser humano podría ejecutar en tan poco tiempo, por genio que parezca.
Discutida hasta nuestros días su autoría del texto, (que para muchos es la obra de España por excelencia de no ser por la existencia del Quijote), se atribuye a Juan de Mena y a Rodrigo Cota, contemporáneos de Rojas pero fallecidos en su época, haciendo imposible verificación alguna en su tiempo. Un elemento que genera dichas conjeturas yace en que posee estilos distintos entre el auto inicial y los demás; el primero está mejor logrado que el resto según las críticas y el resto posee cierta igualdad de riqueza un tanto inferior, aunque cargadas de frases filosóficas y otras figuras literarias, que le dan una belleza perdurable hasta nuestros tiempos.
Fernando de Rojas puede considerarse enigmático por ser objeto de disputa en cuanto a su natalicio y la autoría de su obra; es decir, incluso él mismo trató de negar que la escribió en algún momento, aunque el famoso poema en acróstico confirma aquello de El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y Melibea y fue nacido en La puebla de Montalbán. Por otra parte, La Inquisición y las personas aludidas dentro de la obra (prácticamente de forma directa), harían temblar a cualquiera ante la posibilidad de asumir la responsabilidad en ese asunto. No por eso se le puede llamar cobarde a este dramaturgo, ya que no se pueden juzgar sus auténticas intenciones, al proceder de manera tan arbitraria.
Fuera de toda discusión acerca de su vida, no se puede negar que La Celestina es un legado para la humanidad, un tanto olvidada por las que surgieron tiempo después en el apogeo del Manierismo y el Renacimiento. Se ha tratado muchas veces de tomarse en cuenta en diversos programas educativos, pero no se profundiza en mucho. Un amigo me contó que en la Universidad de El Salvador no se estudia esta obra, o que por lo menos en su Cátedra de Literatura nunca se ha mencionado. Hago pues, el humilde llamado a estudiar tan apasionante y graciosa obra. Me despido con una de mis frases favoritas de esta obra, considerada por muchos precursora de la Novela Picaresca. «Toda pasión desenfrenada conduce a un fin desgraciado. ¡Oh apetito, ciego del amor carnal —parece decir la tragedia lastimosa de los desgraciados amantes— que, como corcel desbocado precipitas a tus víctimas en las simas del deshonor y de la ruina! ¡Oh concupiscente frenesí, destrucción de la juventud, ignonimia de la vejez, carcoma de las fortunas, baldón de las reputaciones, consejero del crimen, enemigo del público decoro, peste y azote de las sociedades! No eres, no, el amor racional y legítimo, fundamento de la familia y perpetuador del humano linaje, sino una degeneración morbosa de ese noble sentimiento, su bastardeamiento bestial. »
miércoles, 23 de mayo de 2007
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