Por Rubén Ramírez
Nacemos, crecemos, sufrimos, lloramos, reímos, gozamos, morimos y –como lo diría Sábato- otros están naciendo para dar comienzo nuevamente a esta comedia inútil. Entonces, ¿bastará con existir mientras dura todo esto; ser solo espectador de nuestro entorno?. No. Habrá que encontrarle un motivo a esta comedia, de hecho la tiene, pero… ¿qué es?, ¿estamos seguros de quienes somos?, ¿sabemos qué estamos haciendo?. ¿Por qué?, ¿para qué?, preguntas universales que aun no encuentran respuesta.
Desde siempre la vida cotidiana ha estado dominada por una constante, un instinto de supervivencia, ansiedad de poder: competir, su propósito: ganar.
En la actualidad, lejos de pensar en una sociedad pacífica, dicha constante está más latente que nunca, hemos evolucionado de competir para vivir a competir para ser; de utilizar armas y herramientas rústicas a utilizar ideas y estrategia. Ya no compite mas nuestro físico, llegó el turno del intelecto, dinámica paralelamente aplicable a la Arquitectura, hemos dejado de ser nómadas que pelean (a costa de la vida misma) por una cueva para habitarla, a ser artesanos y autores de nuestro propio hábitat y entorno, entorno cuyo propósito será satisfacer nuestras necesidades básicas de espacio y así poder calificarlo de “digno”; acogernos de la forma mas fraternal y conseguir la comodidad mas absoluta, este es el poder y el reto del arquitecto.
Difiero (¿quién soy yo para hacerlo?, pero bueno…) del concepto de Philip Johnson acerca de Arquitectura: “el arte de despreciar espacio”, ¿será arte el desperdicio?, ¿será desperdicio la Arquitectura?, hágase una idea el lector.
Yo creo en un concepto si bien es cierto aun no bien definido, pero si mas trascendente; en una Arquitectura equivalente a la respuesta absoluta e irrefutable ante las necesidades físicas y abstractas, tangibles e intangibles, concretas y emocionales del ser humano. Me apego a aquello que pensaban los grandes como Le Corbusier, el hombre necesita de tres elementos básicos: luz, agua y el verde de la flora.
En fin, creo que la Arquitectura está llena de una gran cantidad de variables intangibles que en conjunto vendrán a producir un volumen de soluciones cuyas aristas describirán la dirección perfecta encaminadas a satisfacer necesidades, en donde la ubicación precisa de cada ángulo garantizará la perpetuidad del arte y sus caras y superficies definirán la decisión absoluta e inapelable de su autor. Todos estamos en busca de ese volumen, clientes y diseñadores, artesanos y artistas, todos competimos para demostrar que nuestros volúmenes son los mejores, los primeros, los perfectos.
El ganador será aquel que presente un proyecto capaz de enamorar a su cliente, con la suficiente autoridad para satisfacer o al menos mermar sus necesidades.
La competencia intelectual está vigente en nuestra sociedad actualmente a través de los concursos de diseño, dinámica que permite a diferentes firmas de arquitectos participar para lograr la adjudicación de algún proyecto.
Habremos pasado infinidad de veces frente a algún edificio sin imaginarnos que este ha sido producto de incesantes noches de desvelo concebido paralelamente junto a otras propuestas productos de similar esfuerzo pero que simplemente nunca serán llevados a cabo. Este tipo de concursos son escasos y los competidores cada vez son mas, ya podremos imaginarnos lo que nos depara con los tratados de libre comercio que permite el ejercer de profesionales extranjeros sin proteger a los nacionales, pero bueno, las decisiones erróneas (quizá maliciosas) del gobierno son comentarios para discutirlos bajo otro tema.
Cuando los concursos son de carácter privado el propietario es quien define la dinámica para decidir el proyecto, podrá ser bajo criterio personal o bien estableciendo un jurado calificado para tomar la decisión, esta última alternativa es utilizada cuando los concursos son públicos. De los proyectos finalistas se escoge uno, el cual será premiado económicamente reconociendo así el esfuerzo en tiempo y dinero invertido.
Los concursos deben ser regulados por el Colegio de Arquitectos de El Salvador (CADES) en cuyos propósitos se encuentra el ser fieles defensores de la profesión, promoverla en todos los ámbitos y protegerla para las generaciones venideras.
Habrá muchas experiencias con respecto a concursos de diseño tanto nacionales como internacionales, algunos con finales no tan felices como por ejemplo el edificio de la Ópera de Sydney, un arquitecto danés de renombre internacional (Jørn Utzon) obligado a abandonar su proyecto de una obra que sobrepasa el presupuesto y el tiempo estimado de ejecución, pero en la actualidad este edificio se ha convertido en un ícono de la Arquitectura Moderna, resultó ganador de un concurso realizado en 1957 a pesar de que el autor solo presentara unos bocetos.
Otra experiencia es la que relatara el Arq. Luis Alas en una conferencia a la que tuve la oportunidad de asistir cuando dijo: “allá por el año de 1974, cuando la situación con Honduras estaba difícil, producto de la guerra con nuestro país, gané el concurso para el edificio del Banco Centroamericano de Integración Económica, BCIE, a desarrollarse en Honduras, pero el proyecto jamás se llevo a cabo”, pues El Salvador bloqueó su construcción por los problemas suscitados con Honduras.
Este último arquitecto al igual que otros de renombre nacional e internacional han participado en numerosos concursos de esta naturaleza, algunos de los profesionales de la arquitectura mas sobresalientes son: Juan José Rodríguez, Leonel Avilés, Roberto Dada, Francisco Altschul, Manuel Meléndez, Carlos Ferrufino, entre otros, a continuación algunos edificios producto de este tipo de concursos:
—Hospital de niños Benjamín Bloom.
—Hotel Sheraton ahora Radisson.
—Edificio de La Centroamericana.
—Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán.
—Financiera Calpiá.
—Cámara de Comercio e Industria de El Salvador.
—Hogares Crea.
—Hotel Camino Real.
—Palacio de los Deportes, etc.
Termino este artículo identificando la labor del arquitecto salvadoreño por dotarnos de una arquitectura autóctona, única y fértil, y reconociendo ese proceso sublime de trasladar las ideas de la mente al papel y del papel a la realidad.
miércoles, 23 de mayo de 2007
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