Un hombre adinerado, quien gustaba mucho de los libros, pasaba sus horas leyendo y leyendo en busca de la novela perfecta. Su amor y sus ganas por encontrar una historia extraordinaria le había convertido en un excelente crítico literario, de tal manera, que su fama se extendió por toda esa región, y mucho escritores jóvenes le consultaban —como si fuese un gran sabio—, antes de publicar cualquier cosa. Es más: le llevaban libros de autores famosos para oír sus sabias y fluidas palabras y para que él diera aval a tanta novela, aunque hasta entonces ninguna la hubiera aprobado como perfecta.
Y es que en verdad su ambición le había llevado a la exigencia a fin de luchar incansablemente, hasta encontrar el escrito perfecto. En una ocasión, un amigo muy querido se le acercó con unos pliegos en las manos. Ya suponía a lo que iba, pero de igual manera le preguntó:
—¿A qué habéis venido querido amigo?
—Pues… —le respondió algo dudoso— quisiera que me hicieses un gran favor.
—A ver dime, ¿qué os pasa?
—¡Oh nada! Bendito soy de Dios que estoy bien. En verdad, la razón de mi venida es por un mi amigo que está encarcelado, y hasta ha poco tiempo terminó de escribir una novela. Le pedí que me escribiese una copia y que la mostraría a un amigo conocedor de las letras, el cual sois vos. El favor consiste, querido amigo, en que reviséis esta novela de mi otro amigo, para ver si esta recibe tu aprobación.
—¡Oh por supuesto! Sabéis que esto es privilegio para mí y en ningún momento será molestia. Dejadme los escritos y os los devolveré en dos semanas. A la sazón que tendré listo mi comentario.
Y así quedaron. Por su parte, la terminó de leer en exactamente diez días y quedó fascinado en lo absoluto. Al instante de terminarla, exclamó:
—¡Eureka! —en un tono que ni el famoso griego hubiese gritado— ¡La encontré! ¡La encontré! ¡No puedo creer que al fin la encontré!
Al parecer había encontrado el escrito perfecto. La noticia se propagó rápidamente, ya que al fin había aceptado una novela. Cuando se cumplieron las dos semanas se presentó su amigo, y tras él, mucha gente que quería escuchar su crítica. Como eran demasiadas personas, y él que para nada era descortés, se paró sobre el techo de su casa, y dio su veredicto en voz alta:
—Amigos presentes… quiero deciros que estoy impresionado en gran manera. El estilo de novelar es estraño; un poco fuera de la tradición, pero a la vez, muy mordaz. Tiene algunos errores, muy pequeños y sin importancia, pero la historia en si misma, cubre todas las faltas. Es casi perfecta.
Toda la gente se retiró, sorprendida por la crítica de alguien a quien consideraban un gran sabio. Cuando quedó sólo con su amigo le comentó:
—Amigo del alma, es mi primera vez que pido retribución por un trabajo como éste; y mi retribución consiste en lo siguiente: quiero que me regaléis estos escritos. Creo que basta con que le contéis acerca de mi comentario, y además decidle que está como inconclusa. No lo olvidéis; decidle que es casi perfecta. Pero no lo engañéis: dije casi, no perfecta.
Su amigo se retiró muy maravillado y le regaló los pliegos. Pasó poco tiempo y el texto ya tenía difusión en toda la región; y en efecto, había causado absoluto impacto y comentarios de todo tipo, aunque sobresalían los positivos. El crítico no se equivocó. Aparentemente, la nueva novela ya se empezaba a considerar de las mejores que se hubiesen escrito.
En una ocasión, un ciego acompañado por su lazarillo, apareció en su casa y le dijo:
—Dicen que poseéis una copia a mano de la famosa novela.
—En efecto la poseo —le respondió—. Yo fui el primero en dar crítica. ¿Qué deseáis?
—Pediros un favor grande, el cual compensaré con mucho gusto. Quiero que me la leáis.
—¡Gusto grande será! Pero no recibiré nada de vos. Podría leerla muchas veces sin cansancio. Además será privilegio transmitirla al que se interese por las letras. No os preocupéis… con gusto grande os la leeré.
—¿Y cuándo podremos empezar?
—Ahora mismo si lo deseáis.
—¡Está bien!
Entonces entró y se acomodó junto a su lazarillo. Los dos se pusieron bien atentos a lo que les iban a leer. El orador, por su parte, puesto en pie, y en el tono más sublime y claro posible, empezó a leer con todas las ganas del mundo: «En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…»
Edwin González
13-03-2005
10:30 p.m.
Se terminó de escribir el mismo día que se comenzó
miércoles, 23 de mayo de 2007
EL AMOR ES SÓLO UN CARAMELO PARA LAS DESPEDIDAS
Te contaré todo si te callas y no me interrumpes, oíste. Sólo ten paciencia por mi cansancio, pues mi voz se esfuma en cada palabra. Aunque tal vez no me lo creas, pero cortamos definitivamente como me lo imaginaba. Después de tanto camino al fin decidimos, o mejor dicho, decidió acabar con la agonía de dos irreconciliables extraños. No te sorprendas, sé que parece algún invento desclasificado, sin embargo, porque estoy aquí después de eso puedo contarlo tal y como sucedió.
Quería desnudarme enfrente de su indiferencia. Retornar algo del pasado en cada despojo. Volvernos a mirarnos en la cama con su mano puesta en mi vientre como el primer día de la felicidad —ese día aún penetra en mi memoria con el dolor del presente—. Quería que habláramos de un nuevo proyecto de vida: cambiarnos de casa, lejos de su madre, y atrapar la fugacidad de la vida sin héroes. Comencé por desabotonar lenta y temblorosamente mi ajustada blusa. Tenía miedo mi corazón de algún rechazo que se había tornado en una repetitiva vuelta. Sonó el celular por cuarta vez esa noche de ausencia. Lo contestó, se levantó rápidamente y se retiró al cuarto de la par. Quise escuchar con quién hablaba, pero cerró la puerta. ¡Cómo te asombrarías de cuántas ganas tenía de abrirla bruscamente y gritarle a esa persona que no estorbara más, que no necesitábamos de terceros! Sé que me regañaría e incluso podría golpearme porque jamás le ha gustado que lo interrumpan cuando habla. A los minutos regresó un poco sudoroso; le pregunté quién era. —Sólo es un cliente de un crédito que necesita que se lo agilice— dijo. Reinicié el proceso entre sus confirmaciones de citas de los nuevos clientes del día. Muchas en la espera de aprobación y nada para mí. A decir verdad su actuación no tendría que extrañarme si nunca lo consideré muy emotivo, más bien diría que era una madrugada de verano. Le suplicaba continuamente que entrara en mí, que me descubriera, plenamente, que se revolcara en mis espumas de mar. Yo al menos intentaba penetrar en su vida en las pocas conversaciones que no atrevíamos a encarar. Sin embargo, seguíamos desgastándonos en las tantas noches de gritos sudorosos y líquidos compartidos. Al llegar del infinito trabajo, preferiríamos pasar el tiempo enquistados en nuestros sillones para dejarnos dirigir por los cientos de programas televisivos que encarcelaban nuestros pensamientos. Cualquier momento a solas podía despertar el deseo incontenible de desenmascarar nuestra relación. Creo que su lentitud le permitía sobrellevar esos niveles de indiferencia y de agotamiento. Pero a mi me preocupaba precisamente ese agotamiento, no sabía cuánto tiempo podríamos continuar ahogándonos en quejas y promesas de cambio. Por un lado, él me pedía que me calmara. No llores tanto, yo trataré de cumplirte. No deseo herirte más. Sin embargo, todo se repetía como las preguntas que regresaban con mi soledad. Una vez apagó la lámpara se acostó en el silencio. La ventana dejaba traspasar la luz de la calle que recaía en el rostro de ese hombre acostado a mi lado.
***
Para mi sorpresa vestía la camisa celeste que le regalé en nuestro último aniversario; la misma del sueño de ese día. Se miraba como a mí me gustaba: elegante, más alto y muy cuidado. Cualquiera podría decir que tenía una mujer que lo atendía como se merecía ese papacito de la esquina. Cabal, siempre la niña Vilmita, la dueña del comedor, nos esperaba a la misma hora, siempre nos sentábamos en la misma esquina, ordenábamos la misma comida y terminábamos a la inconfundible una de la tarde. Nada fuera de la rutina. Pero repito me llamó la atención que se pusiera esa camisa, cuando no la usaba para el trabajo. —Muy fina— decía. No sé si alguna oscura coincidencia lo había permitido cuando había soñado en esa noche que lo despedía llorando en el área de revisión de equipaje de un aeropuerto que ni conocía ni entendía por sus intraducibles letreros, y donde nos golpeaban las maletas de las personas que corrían a las distintas puertas, que conducían a tantas salas que apenas las podía contar, y donde el estridente ruido de los aviones que descendían en las pistas me impedían escuchar la voz, los murmullos del hombre que se iría definitivamente de mis manos sujetadas fuertemente a su cuello.
No me resultas extraña, simplemente es que paso contigo todos los días que… me pareces una mujer cotidiana. ¿Acaso algo tiene sentido si siempre me acusaba de mi intempestivo desbordamiento de lujuria? Yo que trataba de moverme a su ritmo en contra de mis principios de libertad me había convertido en una mujer tan común como las modas. Yo, la bestia de lisa cabellera negra, me encontraba encarcelada a pesar de mis escapatorias nocturnas entre abrir y cerrar de piernas.
¿Por qué me dices eso? Sus cejas endurecían aún más las palabras frente al permanente turista incomunicado. La oscuridad del comedor entonaba perfectamente con la oscuridad de sus almas, con la negación de sus almas. Un olor a velas entraba por la amplia ventana en ese día de invierno que quedaría registrado en la memoria de Miriam. Tú bien sabes que me refiero a un sincero acercamiento. Me siento sola, Mario. Así de sencillas son las cosas. Duermo contigo y ni siquiera te das cuenta. Antes me era más nítido tu rostro, antes creía al menos que podía describirte como mi imagen ante el espejo.
Empecé a sollozar, me derrumbé al regreso de la niña abandonada, de esa niña que sólo él conocía. No te pongas otra vez así, no hagas lo mismo ¿Lo mismo? Me lo decía como si mis exigencias fueran caprichos de una colegiala. Ya sabes que mucho hemos gastado hablando sobre nuestra situación, yo pensaba que todo se había sido superado. ¿Acaso nos habíamos convertido en una situación más, como de esas que te encuentras cuando sales de tu casa para el trabajo? Otra vez comenzaba su ritual defensivo. Claro que no se ha superado porque sencillamente sigues perturbado y aislado, y lo peor que me desvanezco en una ruta sin ruta. Te niegas a develarte completamente como si yo fuera una chica que acabas de conocer en un café. No aceptas tus errores y me hundes contigo. Me estás matando ¿cómo quieres que te lo diga? Se quedó callado como de costumbre. Bajó la mirada y ya no podía ver sus ojos apagados; tuve miedo por nosotros. Las demás personas que estaban en las otras mesas volvían a vernos de reojo. Me callé yo también. Sólo escuchaba los susurros. ¡Qué horror saber que los demás te miran desnuda!
Se levantó, se desprendió de mi pecho como el ave que migrará al norte de sus sueños. Quiso agarrar la maleta con su mano derecha, pero se lo impedía como el último intento por detener su vuelo. Sin embargo, el destino había escrito en su espalda: se marchará dejando detrás de si a la criatura que vivió en su cuerpo, que ahí se alojó tranquilamente por mucho tiempo y que será arrancada por un golpe de hombre; me miró por última vez con sus ojos de niño solitario; quise aferrarme a su fuerte mano, pero la retiró definitivamente de mí. Seguí su lenta extinción hasta el umbral de la puerta que resplandecía como nunca, y caminó cabizbajo con un pasaporte en la mano. Se llevó su maleta. Me levanté enseguida desesperada en busca de su sombra que se había desvanecido rápidamente. Una camioneta venía a toda velocidad, un frenazo se escuchó. La gente salió a observar la muerte tirada en la calle.
Miroslava Rosales Vásquez
San Salvador, 29 de abril de 2007
Quería desnudarme enfrente de su indiferencia. Retornar algo del pasado en cada despojo. Volvernos a mirarnos en la cama con su mano puesta en mi vientre como el primer día de la felicidad —ese día aún penetra en mi memoria con el dolor del presente—. Quería que habláramos de un nuevo proyecto de vida: cambiarnos de casa, lejos de su madre, y atrapar la fugacidad de la vida sin héroes. Comencé por desabotonar lenta y temblorosamente mi ajustada blusa. Tenía miedo mi corazón de algún rechazo que se había tornado en una repetitiva vuelta. Sonó el celular por cuarta vez esa noche de ausencia. Lo contestó, se levantó rápidamente y se retiró al cuarto de la par. Quise escuchar con quién hablaba, pero cerró la puerta. ¡Cómo te asombrarías de cuántas ganas tenía de abrirla bruscamente y gritarle a esa persona que no estorbara más, que no necesitábamos de terceros! Sé que me regañaría e incluso podría golpearme porque jamás le ha gustado que lo interrumpan cuando habla. A los minutos regresó un poco sudoroso; le pregunté quién era. —Sólo es un cliente de un crédito que necesita que se lo agilice— dijo. Reinicié el proceso entre sus confirmaciones de citas de los nuevos clientes del día. Muchas en la espera de aprobación y nada para mí. A decir verdad su actuación no tendría que extrañarme si nunca lo consideré muy emotivo, más bien diría que era una madrugada de verano. Le suplicaba continuamente que entrara en mí, que me descubriera, plenamente, que se revolcara en mis espumas de mar. Yo al menos intentaba penetrar en su vida en las pocas conversaciones que no atrevíamos a encarar. Sin embargo, seguíamos desgastándonos en las tantas noches de gritos sudorosos y líquidos compartidos. Al llegar del infinito trabajo, preferiríamos pasar el tiempo enquistados en nuestros sillones para dejarnos dirigir por los cientos de programas televisivos que encarcelaban nuestros pensamientos. Cualquier momento a solas podía despertar el deseo incontenible de desenmascarar nuestra relación. Creo que su lentitud le permitía sobrellevar esos niveles de indiferencia y de agotamiento. Pero a mi me preocupaba precisamente ese agotamiento, no sabía cuánto tiempo podríamos continuar ahogándonos en quejas y promesas de cambio. Por un lado, él me pedía que me calmara. No llores tanto, yo trataré de cumplirte. No deseo herirte más. Sin embargo, todo se repetía como las preguntas que regresaban con mi soledad. Una vez apagó la lámpara se acostó en el silencio. La ventana dejaba traspasar la luz de la calle que recaía en el rostro de ese hombre acostado a mi lado.
***
Para mi sorpresa vestía la camisa celeste que le regalé en nuestro último aniversario; la misma del sueño de ese día. Se miraba como a mí me gustaba: elegante, más alto y muy cuidado. Cualquiera podría decir que tenía una mujer que lo atendía como se merecía ese papacito de la esquina. Cabal, siempre la niña Vilmita, la dueña del comedor, nos esperaba a la misma hora, siempre nos sentábamos en la misma esquina, ordenábamos la misma comida y terminábamos a la inconfundible una de la tarde. Nada fuera de la rutina. Pero repito me llamó la atención que se pusiera esa camisa, cuando no la usaba para el trabajo. —Muy fina— decía. No sé si alguna oscura coincidencia lo había permitido cuando había soñado en esa noche que lo despedía llorando en el área de revisión de equipaje de un aeropuerto que ni conocía ni entendía por sus intraducibles letreros, y donde nos golpeaban las maletas de las personas que corrían a las distintas puertas, que conducían a tantas salas que apenas las podía contar, y donde el estridente ruido de los aviones que descendían en las pistas me impedían escuchar la voz, los murmullos del hombre que se iría definitivamente de mis manos sujetadas fuertemente a su cuello.
No me resultas extraña, simplemente es que paso contigo todos los días que… me pareces una mujer cotidiana. ¿Acaso algo tiene sentido si siempre me acusaba de mi intempestivo desbordamiento de lujuria? Yo que trataba de moverme a su ritmo en contra de mis principios de libertad me había convertido en una mujer tan común como las modas. Yo, la bestia de lisa cabellera negra, me encontraba encarcelada a pesar de mis escapatorias nocturnas entre abrir y cerrar de piernas.
¿Por qué me dices eso? Sus cejas endurecían aún más las palabras frente al permanente turista incomunicado. La oscuridad del comedor entonaba perfectamente con la oscuridad de sus almas, con la negación de sus almas. Un olor a velas entraba por la amplia ventana en ese día de invierno que quedaría registrado en la memoria de Miriam. Tú bien sabes que me refiero a un sincero acercamiento. Me siento sola, Mario. Así de sencillas son las cosas. Duermo contigo y ni siquiera te das cuenta. Antes me era más nítido tu rostro, antes creía al menos que podía describirte como mi imagen ante el espejo.
Empecé a sollozar, me derrumbé al regreso de la niña abandonada, de esa niña que sólo él conocía. No te pongas otra vez así, no hagas lo mismo ¿Lo mismo? Me lo decía como si mis exigencias fueran caprichos de una colegiala. Ya sabes que mucho hemos gastado hablando sobre nuestra situación, yo pensaba que todo se había sido superado. ¿Acaso nos habíamos convertido en una situación más, como de esas que te encuentras cuando sales de tu casa para el trabajo? Otra vez comenzaba su ritual defensivo. Claro que no se ha superado porque sencillamente sigues perturbado y aislado, y lo peor que me desvanezco en una ruta sin ruta. Te niegas a develarte completamente como si yo fuera una chica que acabas de conocer en un café. No aceptas tus errores y me hundes contigo. Me estás matando ¿cómo quieres que te lo diga? Se quedó callado como de costumbre. Bajó la mirada y ya no podía ver sus ojos apagados; tuve miedo por nosotros. Las demás personas que estaban en las otras mesas volvían a vernos de reojo. Me callé yo también. Sólo escuchaba los susurros. ¡Qué horror saber que los demás te miran desnuda!
Se levantó, se desprendió de mi pecho como el ave que migrará al norte de sus sueños. Quiso agarrar la maleta con su mano derecha, pero se lo impedía como el último intento por detener su vuelo. Sin embargo, el destino había escrito en su espalda: se marchará dejando detrás de si a la criatura que vivió en su cuerpo, que ahí se alojó tranquilamente por mucho tiempo y que será arrancada por un golpe de hombre; me miró por última vez con sus ojos de niño solitario; quise aferrarme a su fuerte mano, pero la retiró definitivamente de mí. Seguí su lenta extinción hasta el umbral de la puerta que resplandecía como nunca, y caminó cabizbajo con un pasaporte en la mano. Se llevó su maleta. Me levanté enseguida desesperada en busca de su sombra que se había desvanecido rápidamente. Una camioneta venía a toda velocidad, un frenazo se escuchó. La gente salió a observar la muerte tirada en la calle.
Miroslava Rosales Vásquez
San Salvador, 29 de abril de 2007
CALEIDOSCOPIO (fragmento)
Por Flor Serrano
II
“mi maestro es el poeta..”
Lo único que lo hace vivir
Son sus palabras
V
“.. Los hombres nunca saben cuánta dulzura y cuánto quebradizo silencio hay en una poesía..”
“Efraín Huerta”
Es mi sombra… un poeta
La que busco, la que añoro
Con la que juego por las noches,
La estrofa que escribo
En cada canción solitaria
Su ausencia, es mi soledad
Así lo recrean mis sentidos
La extraviada mitad,
El reflejo del espejo
Al mirarse tras de el,
El verano, que se ha ido tantas veces
Un otoño sin frutos
La mitad más dulce literal
Mi diabólica manera de crear ausencias,
La respuesta a las pobres maldades
Lejos de lo que fue, pluma y papel
Un poeta… se desliza a mis espaldas
IX
¿No te cansas poeta?...
Morían lentos los cuerpos
Y tu sombra
¡Otra vez tu sombra¡
En medio de ellas
Como queriendo dar vida
Después de atardecer
Un suspiro...
Un frío ventisco
Dentro de un tornado
¡¡¡Callaste¡¡¡
Para seguir ocultándote
Tras de ti…
¡De que te sirve poeta
Ser un Dios en miniatura ¡
Si a tu lado, solo llegan tempestades
…. Que nadie lee,
… nadie escucha,
… nadie toca
¡De que te sirve poeta ¡
Crear algo, no más grande que tu muerte
TRANSICION
La niña escapa, su llanto es débil
Lleva una muñeca entre sus brazos,
Teme mirar hacia atrás y tropezar
Corre tanto como puede
Gime para no gritar,
Su zapatilla quedo tres metros atrás
Ahora corre descalza… y mas lenta
Ya es muy tarde…
Es una adolescente
LIX
"Las personas reales están repletas de seres imaginarios."
(Graham Greene.)
Tengo a veces
La mortal sensación
De echarme a correr, y revolver mi vida
En la acera poblada de unicornios
RAYO DE LUNA
“versos prendiendo del cielo
una gota que cae desde tu pecho...”
Mi incline hacia tu pecho,
Y revolviste las metáforas
En mis manos vacías
SEDUCIENDO ANTES DE DORMIR
Deja que mis manos
Enreden tus cabellos de luna-mundo
Incontable en el perfecto equilibro,
Te encuentro en la mirada prohibida
Se encadena efímero el pentagrama
De la canción olvidada,
Es la tentación de enredarme en tus deseos
No de mis silencios
XV
Creer en ti,
Es descubrir
Que tengo un puñal manchado
Bajo mis manos
ACCIDENTE EXISTENCIAL
No esperaba
Que arrullaras mis sueños,
Tampoco esperaba
Que una noche
Escaparas con ellos
IMPULSOS CONSTANTES
Encuentro tu foto desvanecida
En el viejo armario,
La memoria es solo un cuento inaceptable
Pretendo dejarte ahí,
Hasta que muera el último suspiro
FRAGMENTOS
Mis ausencias involuntarias,
La densidad que no poseo con el mundo,
El eco triste desgarrado en mi mirada,
Mi empedrada ciudad
Te grita en silencio
LXX
Los días inertes, perdidos
Las horas que fueron,
Hoy bajo el acetato de la soledad.
Camine bajo la lluvia de invierno,
¿Porque el cielo lloraba tanto como yo?
Me pregunte,
Me contesto:
-Con una gota fría-
LII
Acaricio tentaciones,
Un pecado seductor
Por la mañana
Me invita a tomar el te
Despiertan imágenes
Que no quiero embellecer
Un demonio
Surge entre mis manos
SOLO SI REGRESAS
Si algún día pretendes regresar,
Pregúntale antes a los gnomos
Si aun queda espacio en su tierra,
Redúcete las ganas y los sueños,
Toma cita con el cielo
Mientras este gris,
Habla con las voces
De los callejones retorcidos,
Seduce sutilmente
Algún objeto extraviado,
Cuando se pierden
No son tan educados,
Busca si aun quedan lunas
En las líneas viejas de mano
Si ellos te contestan
¡Bienvenido seas!
A este cuarto de nostalgias
LXXIV
Hoy dejare limpios mis ceniceros
Y completos los cigarrillos,
Me habló la noche sin sueño
Mis pupilas húmedas de tiempo,
Bajo mi ventana
Una media luna colgada,
Un instante,
La continuidad de tu voz
Perfumo todo mi silencio
EXILIOS
“me da sueño leer mis poesías,
Y sin embargo fueron escritas con sangre” (Nicanor parra)
Fue entonces, q deje de creer
En los motivos del arco iris,
Mi pluma dejo de mirarme,
Guarde los deseos en mis manos,
Tus recuerdo en las paredes,
Por los pasillos de mi cuerpo
No se volvió a escuchar tu voz,
Olvide como reírme de los sueños
No creí en la poesía,
Nadie vio después
La sombra plana de mi figura.
Siempre hubo sol, luz,
O alguna lámpara gastada
Pero fue medio día para mí,
No estuve parada sobre mi sombra
Fue ella, quien se paro sobre mí,
No despegue mis alas
Y me quede dormida sin saberlo,
Comprendí entonces
… que mi pulso ya no latía…
CALEIDOSCOPIO
Creamos almas, fantasmas,
Un prisma que corta imágenes,
Un ejecutivo sin corbata
Guarda en su bolsillo
La estrategia de venganza
Una cama rota
Y dos amantes locos
Es el legado del vecindario,
¿Vecindario?
-comunidad de ciegos
Bajo cartones-
El alimento para perros
Suele ser mas puro
Que el alimento para almas
Es necesario no darle cuentas al sol
Para evitar creas sombreas innecesarias
Nos visten el día
Con gafas oscuras,
Para esconder los moretones
De nómadas dominados
Los grandes,
Se devoran las sonrisas
Que a crédito
Compramos por catálogo
En la plaza
Hay una estatua llena de dudas,
Inversión a largo plazo
Donde pocos se creyeron salvos
Una imagen se deforma,
La tentativa de echar el mundo a cuestas
Se la lleva un ave entre sus patas
En los titulares
De mayor circulación,
Amablemente, TODO ESTA BIEN
II
“mi maestro es el poeta..”
Lo único que lo hace vivir
Son sus palabras
V
“.. Los hombres nunca saben cuánta dulzura y cuánto quebradizo silencio hay en una poesía..”
“Efraín Huerta”
Es mi sombra… un poeta
La que busco, la que añoro
Con la que juego por las noches,
La estrofa que escribo
En cada canción solitaria
Su ausencia, es mi soledad
Así lo recrean mis sentidos
La extraviada mitad,
El reflejo del espejo
Al mirarse tras de el,
El verano, que se ha ido tantas veces
Un otoño sin frutos
La mitad más dulce literal
Mi diabólica manera de crear ausencias,
La respuesta a las pobres maldades
Lejos de lo que fue, pluma y papel
Un poeta… se desliza a mis espaldas
IX
¿No te cansas poeta?...
Morían lentos los cuerpos
Y tu sombra
¡Otra vez tu sombra¡
En medio de ellas
Como queriendo dar vida
Después de atardecer
Un suspiro...
Un frío ventisco
Dentro de un tornado
¡¡¡Callaste¡¡¡
Para seguir ocultándote
Tras de ti…
¡De que te sirve poeta
Ser un Dios en miniatura ¡
Si a tu lado, solo llegan tempestades
…. Que nadie lee,
… nadie escucha,
… nadie toca
¡De que te sirve poeta ¡
Crear algo, no más grande que tu muerte
TRANSICION
La niña escapa, su llanto es débil
Lleva una muñeca entre sus brazos,
Teme mirar hacia atrás y tropezar
Corre tanto como puede
Gime para no gritar,
Su zapatilla quedo tres metros atrás
Ahora corre descalza… y mas lenta
Ya es muy tarde…
Es una adolescente
LIX
"Las personas reales están repletas de seres imaginarios."
(Graham Greene.)
Tengo a veces
La mortal sensación
De echarme a correr, y revolver mi vida
En la acera poblada de unicornios
RAYO DE LUNA
“versos prendiendo del cielo
una gota que cae desde tu pecho...”
Mi incline hacia tu pecho,
Y revolviste las metáforas
En mis manos vacías
SEDUCIENDO ANTES DE DORMIR
Deja que mis manos
Enreden tus cabellos de luna-mundo
Incontable en el perfecto equilibro,
Te encuentro en la mirada prohibida
Se encadena efímero el pentagrama
De la canción olvidada,
Es la tentación de enredarme en tus deseos
No de mis silencios
XV
Creer en ti,
Es descubrir
Que tengo un puñal manchado
Bajo mis manos
ACCIDENTE EXISTENCIAL
No esperaba
Que arrullaras mis sueños,
Tampoco esperaba
Que una noche
Escaparas con ellos
IMPULSOS CONSTANTES
Encuentro tu foto desvanecida
En el viejo armario,
La memoria es solo un cuento inaceptable
Pretendo dejarte ahí,
Hasta que muera el último suspiro
FRAGMENTOS
Mis ausencias involuntarias,
La densidad que no poseo con el mundo,
El eco triste desgarrado en mi mirada,
Mi empedrada ciudad
Te grita en silencio
LXX
Los días inertes, perdidos
Las horas que fueron,
Hoy bajo el acetato de la soledad.
Camine bajo la lluvia de invierno,
¿Porque el cielo lloraba tanto como yo?
Me pregunte,
Me contesto:
-Con una gota fría-
LII
Acaricio tentaciones,
Un pecado seductor
Por la mañana
Me invita a tomar el te
Despiertan imágenes
Que no quiero embellecer
Un demonio
Surge entre mis manos
SOLO SI REGRESAS
Si algún día pretendes regresar,
Pregúntale antes a los gnomos
Si aun queda espacio en su tierra,
Redúcete las ganas y los sueños,
Toma cita con el cielo
Mientras este gris,
Habla con las voces
De los callejones retorcidos,
Seduce sutilmente
Algún objeto extraviado,
Cuando se pierden
No son tan educados,
Busca si aun quedan lunas
En las líneas viejas de mano
Si ellos te contestan
¡Bienvenido seas!
A este cuarto de nostalgias
LXXIV
Hoy dejare limpios mis ceniceros
Y completos los cigarrillos,
Me habló la noche sin sueño
Mis pupilas húmedas de tiempo,
Bajo mi ventana
Una media luna colgada,
Un instante,
La continuidad de tu voz
Perfumo todo mi silencio
EXILIOS
“me da sueño leer mis poesías,
Y sin embargo fueron escritas con sangre” (Nicanor parra)
Fue entonces, q deje de creer
En los motivos del arco iris,
Mi pluma dejo de mirarme,
Guarde los deseos en mis manos,
Tus recuerdo en las paredes,
Por los pasillos de mi cuerpo
No se volvió a escuchar tu voz,
Olvide como reírme de los sueños
No creí en la poesía,
Nadie vio después
La sombra plana de mi figura.
Siempre hubo sol, luz,
O alguna lámpara gastada
Pero fue medio día para mí,
No estuve parada sobre mi sombra
Fue ella, quien se paro sobre mí,
No despegue mis alas
Y me quede dormida sin saberlo,
Comprendí entonces
… que mi pulso ya no latía…
CALEIDOSCOPIO
Creamos almas, fantasmas,
Un prisma que corta imágenes,
Un ejecutivo sin corbata
Guarda en su bolsillo
La estrategia de venganza
Una cama rota
Y dos amantes locos
Es el legado del vecindario,
¿Vecindario?
-comunidad de ciegos
Bajo cartones-
El alimento para perros
Suele ser mas puro
Que el alimento para almas
Es necesario no darle cuentas al sol
Para evitar creas sombreas innecesarias
Nos visten el día
Con gafas oscuras,
Para esconder los moretones
De nómadas dominados
Los grandes,
Se devoran las sonrisas
Que a crédito
Compramos por catálogo
En la plaza
Hay una estatua llena de dudas,
Inversión a largo plazo
Donde pocos se creyeron salvos
Una imagen se deforma,
La tentativa de echar el mundo a cuestas
Se la lleva un ave entre sus patas
En los titulares
De mayor circulación,
Amablemente, TODO ESTA BIEN
Sal y Ceniza
Por Jafet
Amarnos
Engemelizamos la pasión.
que arraiga el amor incontenible en frascos
Ese sentimiento
escuetamente sorpresivo,
que surge donde ya ha muerto;
que se dilata en las manos de los vivos
torpes en su uso
Hoy, acciones placenteras
perduran cuidadas en el azul recuerdo;
no por ser hermosas
no por carecer de alma
es que solo fueron las mejores
metáforas que fabricamos con besos.
La alegría
Conocí la alegría y
no fue por ir entre sordos del alma,
entre ojos biedros, turbulentos que
se mofan de todas las sombras arbolizadas
Sólo corrí…
tanto, que al detenerme
vi que mis pies junto al mar eran pequeños
que no me podría defender de todas las etnias
petrificadas con sal de recuerdo
Fue tan enbellizante ver desde tus ojos
los recuerdos de mi niñez
mi piel no mostraba rasgos de
vida abundante perdidas en vasos vacíos y
restos de sal
Solo vi tu risa, y fue
tan sencilla y sincera, como la
que causan
una parvada de globos de colores
a un párvulo que sostiene ilusiones…
como las mías
A esmeralda
Estoy tan solo
que escribo como cuando lloro
que no importa si hay alguna persona
ya no quiero ser tan esdrújula
en tu vida,
ni tan monótonamente estático
Tuve mucha sed frente a ti
y sentí miedo al tocarte
tanto, como cuando vi la muerte en mi casa
pasearse dos veces
Tu risa metáfora del tiempo esbelto,
que irradia todo sentir en mi vida
has que me sienta primario en tus procesiones
y no un leve suspiro fuera de vida,
de tiempo, de la realidad
Muñeco de Trapo
No se pensó en mis manos y pies
cuándo fui creado
simplemente ataste mis desembocaduras
para que no sangrara
escogiste un árbol, un poste y fui colgado
creando en mi una escena cruda
desde el inicio
no fue necesario un rostro
tenías en mi un espacio
donde podías desahogarte ira
la camisa que llevo la llevaste a la iglesia
muchas veces y la de relleno a tu
graduación. El pantalón fue la
mortaja que pidió tu padre
y el de relleno son los que jamás
pudo usar
Soy el muñeco el humano
si yo hubiera respirado y nacido con
un nombre, yo no hubiera fracasado,
y cada día trataría de vivir.
Amarnos
Engemelizamos la pasión.
que arraiga el amor incontenible en frascos
Ese sentimiento
escuetamente sorpresivo,
que surge donde ya ha muerto;
que se dilata en las manos de los vivos
torpes en su uso
Hoy, acciones placenteras
perduran cuidadas en el azul recuerdo;
no por ser hermosas
no por carecer de alma
es que solo fueron las mejores
metáforas que fabricamos con besos.
La alegría
Conocí la alegría y
no fue por ir entre sordos del alma,
entre ojos biedros, turbulentos que
se mofan de todas las sombras arbolizadas
Sólo corrí…
tanto, que al detenerme
vi que mis pies junto al mar eran pequeños
que no me podría defender de todas las etnias
petrificadas con sal de recuerdo
Fue tan enbellizante ver desde tus ojos
los recuerdos de mi niñez
mi piel no mostraba rasgos de
vida abundante perdidas en vasos vacíos y
restos de sal
Solo vi tu risa, y fue
tan sencilla y sincera, como la
que causan
una parvada de globos de colores
a un párvulo que sostiene ilusiones…
como las mías
A esmeralda
Estoy tan solo
que escribo como cuando lloro
que no importa si hay alguna persona
ya no quiero ser tan esdrújula
en tu vida,
ni tan monótonamente estático
Tuve mucha sed frente a ti
y sentí miedo al tocarte
tanto, como cuando vi la muerte en mi casa
pasearse dos veces
Tu risa metáfora del tiempo esbelto,
que irradia todo sentir en mi vida
has que me sienta primario en tus procesiones
y no un leve suspiro fuera de vida,
de tiempo, de la realidad
Muñeco de Trapo
No se pensó en mis manos y pies
cuándo fui creado
simplemente ataste mis desembocaduras
para que no sangrara
escogiste un árbol, un poste y fui colgado
creando en mi una escena cruda
desde el inicio
no fue necesario un rostro
tenías en mi un espacio
donde podías desahogarte ira
la camisa que llevo la llevaste a la iglesia
muchas veces y la de relleno a tu
graduación. El pantalón fue la
mortaja que pidió tu padre
y el de relleno son los que jamás
pudo usar
Soy el muñeco el humano
si yo hubiera respirado y nacido con
un nombre, yo no hubiera fracasado,
y cada día trataría de vivir.
UN ESCRITOR ENIGMÁTICO
Por Rubén Marino
“Libro a mi parecer divi-
si encubriera más lo huma-“
Miguel de Cervantes
Me enviaron una invitación para participar en esta revista hace una semana. Supe que el número saldría para Mayo o Junio dependiendo del apoyo que recibiera por parte de la Universidad Nacional, y que sería muy dificultoso lograr la publicación por la situación caótica de estos tiempos. Agradezco la confianza ciega por parte de los editores y la paciencia del lector, tan amado y misericordioso, que recibe las palabras sencillas de un estudiante en proceso de formación.
Me solicitaron un artículo sobre un escritor universal. La pregunta surge de inmediato: ¿Quién? Pensé en aniversarios, natalicios y homenajes, y realmente resulta una lista grande; además hay que aumentar este hecho importante: No podría ser cualquiera. Al final pensé en mi experiencia con Fernando de Rojas, que para todos por antonomasia, es hablar de La Celestina. Conversemos un poco de ambas pues, al respecto.
Se dice que el Bachiller en Derecho Fernando de Rojas nació hacia 1465, en La Puebla de Montalbán. De padres judíos, viviendo en una época difícil para España y estudió en la Universidad de Salamanca, probablemente entre 1485 y 1491. Él mismo diría que escribió La Celestina en unos quince días, dato bastante incierto, debido a comprobaciones hechas por diversos estudios sobre psicología del texto y otras ramas de la Lingüística, que confirman su inagotable lectura de los clásicos, meditación y borrajeo que ningún ser humano podría ejecutar en tan poco tiempo, por genio que parezca.
Discutida hasta nuestros días su autoría del texto, (que para muchos es la obra de España por excelencia de no ser por la existencia del Quijote), se atribuye a Juan de Mena y a Rodrigo Cota, contemporáneos de Rojas pero fallecidos en su época, haciendo imposible verificación alguna en su tiempo. Un elemento que genera dichas conjeturas yace en que posee estilos distintos entre el auto inicial y los demás; el primero está mejor logrado que el resto según las críticas y el resto posee cierta igualdad de riqueza un tanto inferior, aunque cargadas de frases filosóficas y otras figuras literarias, que le dan una belleza perdurable hasta nuestros tiempos.
Fernando de Rojas puede considerarse enigmático por ser objeto de disputa en cuanto a su natalicio y la autoría de su obra; es decir, incluso él mismo trató de negar que la escribió en algún momento, aunque el famoso poema en acróstico confirma aquello de El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y Melibea y fue nacido en La puebla de Montalbán. Por otra parte, La Inquisición y las personas aludidas dentro de la obra (prácticamente de forma directa), harían temblar a cualquiera ante la posibilidad de asumir la responsabilidad en ese asunto. No por eso se le puede llamar cobarde a este dramaturgo, ya que no se pueden juzgar sus auténticas intenciones, al proceder de manera tan arbitraria.
Fuera de toda discusión acerca de su vida, no se puede negar que La Celestina es un legado para la humanidad, un tanto olvidada por las que surgieron tiempo después en el apogeo del Manierismo y el Renacimiento. Se ha tratado muchas veces de tomarse en cuenta en diversos programas educativos, pero no se profundiza en mucho. Un amigo me contó que en la Universidad de El Salvador no se estudia esta obra, o que por lo menos en su Cátedra de Literatura nunca se ha mencionado. Hago pues, el humilde llamado a estudiar tan apasionante y graciosa obra. Me despido con una de mis frases favoritas de esta obra, considerada por muchos precursora de la Novela Picaresca. «Toda pasión desenfrenada conduce a un fin desgraciado. ¡Oh apetito, ciego del amor carnal —parece decir la tragedia lastimosa de los desgraciados amantes— que, como corcel desbocado precipitas a tus víctimas en las simas del deshonor y de la ruina! ¡Oh concupiscente frenesí, destrucción de la juventud, ignonimia de la vejez, carcoma de las fortunas, baldón de las reputaciones, consejero del crimen, enemigo del público decoro, peste y azote de las sociedades! No eres, no, el amor racional y legítimo, fundamento de la familia y perpetuador del humano linaje, sino una degeneración morbosa de ese noble sentimiento, su bastardeamiento bestial. »
“Libro a mi parecer divi-
si encubriera más lo huma-“
Miguel de Cervantes
Me enviaron una invitación para participar en esta revista hace una semana. Supe que el número saldría para Mayo o Junio dependiendo del apoyo que recibiera por parte de la Universidad Nacional, y que sería muy dificultoso lograr la publicación por la situación caótica de estos tiempos. Agradezco la confianza ciega por parte de los editores y la paciencia del lector, tan amado y misericordioso, que recibe las palabras sencillas de un estudiante en proceso de formación.
Me solicitaron un artículo sobre un escritor universal. La pregunta surge de inmediato: ¿Quién? Pensé en aniversarios, natalicios y homenajes, y realmente resulta una lista grande; además hay que aumentar este hecho importante: No podría ser cualquiera. Al final pensé en mi experiencia con Fernando de Rojas, que para todos por antonomasia, es hablar de La Celestina. Conversemos un poco de ambas pues, al respecto.
Se dice que el Bachiller en Derecho Fernando de Rojas nació hacia 1465, en La Puebla de Montalbán. De padres judíos, viviendo en una época difícil para España y estudió en la Universidad de Salamanca, probablemente entre 1485 y 1491. Él mismo diría que escribió La Celestina en unos quince días, dato bastante incierto, debido a comprobaciones hechas por diversos estudios sobre psicología del texto y otras ramas de la Lingüística, que confirman su inagotable lectura de los clásicos, meditación y borrajeo que ningún ser humano podría ejecutar en tan poco tiempo, por genio que parezca.
Discutida hasta nuestros días su autoría del texto, (que para muchos es la obra de España por excelencia de no ser por la existencia del Quijote), se atribuye a Juan de Mena y a Rodrigo Cota, contemporáneos de Rojas pero fallecidos en su época, haciendo imposible verificación alguna en su tiempo. Un elemento que genera dichas conjeturas yace en que posee estilos distintos entre el auto inicial y los demás; el primero está mejor logrado que el resto según las críticas y el resto posee cierta igualdad de riqueza un tanto inferior, aunque cargadas de frases filosóficas y otras figuras literarias, que le dan una belleza perdurable hasta nuestros tiempos.
Fernando de Rojas puede considerarse enigmático por ser objeto de disputa en cuanto a su natalicio y la autoría de su obra; es decir, incluso él mismo trató de negar que la escribió en algún momento, aunque el famoso poema en acróstico confirma aquello de El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y Melibea y fue nacido en La puebla de Montalbán. Por otra parte, La Inquisición y las personas aludidas dentro de la obra (prácticamente de forma directa), harían temblar a cualquiera ante la posibilidad de asumir la responsabilidad en ese asunto. No por eso se le puede llamar cobarde a este dramaturgo, ya que no se pueden juzgar sus auténticas intenciones, al proceder de manera tan arbitraria.
Fuera de toda discusión acerca de su vida, no se puede negar que La Celestina es un legado para la humanidad, un tanto olvidada por las que surgieron tiempo después en el apogeo del Manierismo y el Renacimiento. Se ha tratado muchas veces de tomarse en cuenta en diversos programas educativos, pero no se profundiza en mucho. Un amigo me contó que en la Universidad de El Salvador no se estudia esta obra, o que por lo menos en su Cátedra de Literatura nunca se ha mencionado. Hago pues, el humilde llamado a estudiar tan apasionante y graciosa obra. Me despido con una de mis frases favoritas de esta obra, considerada por muchos precursora de la Novela Picaresca. «Toda pasión desenfrenada conduce a un fin desgraciado. ¡Oh apetito, ciego del amor carnal —parece decir la tragedia lastimosa de los desgraciados amantes— que, como corcel desbocado precipitas a tus víctimas en las simas del deshonor y de la ruina! ¡Oh concupiscente frenesí, destrucción de la juventud, ignonimia de la vejez, carcoma de las fortunas, baldón de las reputaciones, consejero del crimen, enemigo del público decoro, peste y azote de las sociedades! No eres, no, el amor racional y legítimo, fundamento de la familia y perpetuador del humano linaje, sino una degeneración morbosa de ese noble sentimiento, su bastardeamiento bestial. »
EL PRIMER ESCRITOR DE EL SALVADOR
Por David Gómez
Catalogado dentro de la literatura salvadoreña como el primer poeta que ha dado El Salvador, se encuentra Miguel Álvarez Castro, quien nació en una pequeña hacienda cerca de la ciudad San Miguel, en una fecha aún imprecisa entre los años de 1785-1795. Descendiente de una familia humilde, demostró desde pequeño gran interés en el estudio, siendo el hogar de sus padres su primera escuela. Con el tiempo tuvo la oportunidad de estudiar latín, matemática y filosofía en el colegio de infantes ubicado en Antigua Guatemala.
Lamentablemente sus estudios fueron truncados luego del deceso de sus padres, motivo por el cual tuvo que regresar a su casa desamparado y solo. Duro golpe en la vida del joven pero que no frustraron en ningún momento sus deseos de seguir adelante. Desgraciadamente en la actualidad no se cuenta con documentos que nos brinden mayor información acerca de él, y lo poco que alcanzamos a conocer paulatinamente se ha ido borrando, pues no es de extrañarse que en el país no se conozca el precioso legado literario del primer poeta cuzcatleco.
Muchos fueron los acontecimientos que sucedieron en su vida. Es así que presentamos un pequeño resumen cronológico y un poema titulado A Cintia en el cual se observa a ese poeta de corte clásico, digno de ser leído y escuchado.
¿1785-1795? Nace Miguel Álvarez Castro cerca de la ciudad de San Miguel
1827 Escribe su elegía A la muerte del coronel Pierson, quien fuere asesinado por los conservadores guatemaltecos.
1839 Funciona como colaborador literario en La Miscelánea, folletín que posteriormente inauguró La Prensa Gráfica.
1840 Es elegido por Francisco Morazán como general de división del ejército salvadoreño.
Es exiliado del país y se refugia en Colombia, Perú y otras partes de Centroamérica.
1842 Retorna a El Salvador
1843 Le es concedido asilo político en México. Participa como redactor en El periódico del pueblo. Por atacar a través del periódico al cónsul inglés Frederic Chatfield y al obispo salvadoreño Jorge Viteri es obligado a abandonar el país con destino a Nicaragua. Se instala en León, aliándose con Joaquín Rivera y otros políticos con el objetivo de arremeter contra Francisco Malespín.
1844 Regresa a El Salvador acompañado de otros liberales de la insubordinación de Gerardo Barrios.
¿1855-1856? Muere pobre y enfermo en una hacienda olvidada en la ciudad de San Miguel.
A CINTIA
No por mi pasión debiera
En tan fausto y claro día
Celebrar tu natalicio
Entre cantares y vivas.
La alabanza en propio labio
Bien lejos de ser creída,
En n borrón que oscurece
las prendas más efectivas.
Pero si elogiar supieron
En sus hermosas poesías
Tíbulo á su cara Delía,
Taciano á su dulce Antilla:
¿Qué mucho que yo te ponga
Junto á las estrellas mismas
Y que competir te haga
Con Juno y Vénus divina?
¿Sería esto una locura
Esto un delito sería?
¡No! ¿Pues á que sofocar
Los impulsos que me animan?
Vamos… pero no: el silencio
Mi moderación remita
Cuando de ti, Cintia hermosa
Cantar mi musa podría.
Los imparciales que saben
Dar al mérito su estima
Decidirán si tus prendas
De alabanzas ó no son dignas.
Honor a quien honor merece, serían las palabras para definir al poeta Álvarez Castro, no sólo por ser un poeta más sino porque se ha desvalorizado la enorme labor de este salvadoreño al tener ese precioso aporte histórico-literario de su época. Se manejan inmensas discusiones como aquella de que sólo existe literatura después de Francisco Gavidia. Pero opino que olvidar a nuestros antecedentes en la literatura es admitir que no poseemos una construcción o evolución lógica de la palabra. Gavidia fue quien fue, porque había toda una tradición que le antecedía no sólo internacional, sino también nacional. Pero esa es materia para otra discusión.
Catalogado dentro de la literatura salvadoreña como el primer poeta que ha dado El Salvador, se encuentra Miguel Álvarez Castro, quien nació en una pequeña hacienda cerca de la ciudad San Miguel, en una fecha aún imprecisa entre los años de 1785-1795. Descendiente de una familia humilde, demostró desde pequeño gran interés en el estudio, siendo el hogar de sus padres su primera escuela. Con el tiempo tuvo la oportunidad de estudiar latín, matemática y filosofía en el colegio de infantes ubicado en Antigua Guatemala.
Lamentablemente sus estudios fueron truncados luego del deceso de sus padres, motivo por el cual tuvo que regresar a su casa desamparado y solo. Duro golpe en la vida del joven pero que no frustraron en ningún momento sus deseos de seguir adelante. Desgraciadamente en la actualidad no se cuenta con documentos que nos brinden mayor información acerca de él, y lo poco que alcanzamos a conocer paulatinamente se ha ido borrando, pues no es de extrañarse que en el país no se conozca el precioso legado literario del primer poeta cuzcatleco.
Muchos fueron los acontecimientos que sucedieron en su vida. Es así que presentamos un pequeño resumen cronológico y un poema titulado A Cintia en el cual se observa a ese poeta de corte clásico, digno de ser leído y escuchado.
¿1785-1795? Nace Miguel Álvarez Castro cerca de la ciudad de San Miguel
1827 Escribe su elegía A la muerte del coronel Pierson, quien fuere asesinado por los conservadores guatemaltecos.
1839 Funciona como colaborador literario en La Miscelánea, folletín que posteriormente inauguró La Prensa Gráfica.
1840 Es elegido por Francisco Morazán como general de división del ejército salvadoreño.
Es exiliado del país y se refugia en Colombia, Perú y otras partes de Centroamérica.
1842 Retorna a El Salvador
1843 Le es concedido asilo político en México. Participa como redactor en El periódico del pueblo. Por atacar a través del periódico al cónsul inglés Frederic Chatfield y al obispo salvadoreño Jorge Viteri es obligado a abandonar el país con destino a Nicaragua. Se instala en León, aliándose con Joaquín Rivera y otros políticos con el objetivo de arremeter contra Francisco Malespín.
1844 Regresa a El Salvador acompañado de otros liberales de la insubordinación de Gerardo Barrios.
¿1855-1856? Muere pobre y enfermo en una hacienda olvidada en la ciudad de San Miguel.
A CINTIA
No por mi pasión debiera
En tan fausto y claro día
Celebrar tu natalicio
Entre cantares y vivas.
La alabanza en propio labio
Bien lejos de ser creída,
En n borrón que oscurece
las prendas más efectivas.
Pero si elogiar supieron
En sus hermosas poesías
Tíbulo á su cara Delía,
Taciano á su dulce Antilla:
¿Qué mucho que yo te ponga
Junto á las estrellas mismas
Y que competir te haga
Con Juno y Vénus divina?
¿Sería esto una locura
Esto un delito sería?
¡No! ¿Pues á que sofocar
Los impulsos que me animan?
Vamos… pero no: el silencio
Mi moderación remita
Cuando de ti, Cintia hermosa
Cantar mi musa podría.
Los imparciales que saben
Dar al mérito su estima
Decidirán si tus prendas
De alabanzas ó no son dignas.
Honor a quien honor merece, serían las palabras para definir al poeta Álvarez Castro, no sólo por ser un poeta más sino porque se ha desvalorizado la enorme labor de este salvadoreño al tener ese precioso aporte histórico-literario de su época. Se manejan inmensas discusiones como aquella de que sólo existe literatura después de Francisco Gavidia. Pero opino que olvidar a nuestros antecedentes en la literatura es admitir que no poseemos una construcción o evolución lógica de la palabra. Gavidia fue quien fue, porque había toda una tradición que le antecedía no sólo internacional, sino también nacional. Pero esa es materia para otra discusión.
¿DÍA DEL TRABAJO Ó DÍA DEL TRABAJADOR? ¿LUCHA LABORAL O ASUETO?
Por Gabriela Paz y Mauricio Hércules
«¡Un día de rebelión, no de descanso!»
El primero de mayo es un día conmemorativo, ¿que celebramos? Si nos evocamos al origen de tal fecha y a la decisión de inclinarlo en una conmemoración, encontraremos que esta celebración esta ligada a la lucha de los obreros durante el siglo XIX, en pleno auge de la Revolución Industrial. Fue declarado en 1889, por el Congreso Fundador de la Segunda Internacional Marxista un día para acciones mundiales del proletariado.
Debido a las actividades acontecidas en el año de 1886, una huelga general sobrevino por todo Estados Unidos; por lo menos 30, 000 obreros hicieron huelga con el afán de establecer la jornada laboral a ocho horas diarias, la cual fue respondida con represalias violentas. La mañana del 4 de mayo, la policía atacó ametrallando y capturando a una columna de 3000 huelguistas. Por toda la ciudad se formaron grupos de trabajadores. El 5 de mayo en Milwaukee, la milicia del Estado respondió con una masacre de trabajadores; tirotearon a ocho polacos y un alemán. A mediados del mes de mayo del año 1886, se llevó a cabo el juicio de Haymarket en Chicago, alegando la muerte de un policía a mano de los huelguistas, en esa zona. Finalmente cuatro individuos fueron llevados a la horca, el 11 de noviembre de ese mismo año, denominado luego el "Viernes negro", Spies, Engel, Parsons y Fischer, se presentaron ante la horca, con togas blancas. Spies pronunció ante la llegada de la muerte: "Llegará un tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que ustedes estrangulan hoy".[i]
Es importante hacer hincapié en esta fecha como una celebración reivindicativa, porque el sentido de dicha celebración es revivir el esfuerzo de tantos y tantas sindicalistas que murieron luchando por el reconocimiento de sus derechos, la búsqueda de salarios más justos, la reducción de jornadas laborales a ocho horas diarias y al derecho a formar sindicatos.
Al manejar el concepto “día del trabajo” y no “día del trabajador” encausamos la celebración hacia otros objetivos. La empresa privada no tilda al primero de Mayo como una celebración reivindicativa: se enfoca en la acción y no a la persona, quien da valor al trabajo como acción. Lo celebra como el día del trabajo, porque no le interesa evocar su orientación a la lucha por los derechos laborales. No se celebra el esfuerzo sindical, ni la lucha laboral, sino el único acto de vender la fuerza de trabajo a cambio de una compensación monetaria. ¿Bajo que intereses hace tal cosa?
Tal es la razón entonces por la cual el primero de mayo cada año, millones de personas se lanzan a las calles por todo el mundo, remembrando las hazañas del pasado y exigiendo hoy sus derechos como trabajadores y trabajadoras, en un mundo globalizado, mientras otros millones vuelcan el sentido conmemorativo de este día a vacacionar y disfrutan de un día de descanso.
NOTAS
[i] Del Obrero Revolucionario No. 351, 14 de abril de 1986, articulo conmemorativo tras los 100 años del suceso.
«¡Un día de rebelión, no de descanso!»
El primero de mayo es un día conmemorativo, ¿que celebramos? Si nos evocamos al origen de tal fecha y a la decisión de inclinarlo en una conmemoración, encontraremos que esta celebración esta ligada a la lucha de los obreros durante el siglo XIX, en pleno auge de la Revolución Industrial. Fue declarado en 1889, por el Congreso Fundador de la Segunda Internacional Marxista un día para acciones mundiales del proletariado.
Debido a las actividades acontecidas en el año de 1886, una huelga general sobrevino por todo Estados Unidos; por lo menos 30, 000 obreros hicieron huelga con el afán de establecer la jornada laboral a ocho horas diarias, la cual fue respondida con represalias violentas. La mañana del 4 de mayo, la policía atacó ametrallando y capturando a una columna de 3000 huelguistas. Por toda la ciudad se formaron grupos de trabajadores. El 5 de mayo en Milwaukee, la milicia del Estado respondió con una masacre de trabajadores; tirotearon a ocho polacos y un alemán. A mediados del mes de mayo del año 1886, se llevó a cabo el juicio de Haymarket en Chicago, alegando la muerte de un policía a mano de los huelguistas, en esa zona. Finalmente cuatro individuos fueron llevados a la horca, el 11 de noviembre de ese mismo año, denominado luego el "Viernes negro", Spies, Engel, Parsons y Fischer, se presentaron ante la horca, con togas blancas. Spies pronunció ante la llegada de la muerte: "Llegará un tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que ustedes estrangulan hoy".[i]
Es importante hacer hincapié en esta fecha como una celebración reivindicativa, porque el sentido de dicha celebración es revivir el esfuerzo de tantos y tantas sindicalistas que murieron luchando por el reconocimiento de sus derechos, la búsqueda de salarios más justos, la reducción de jornadas laborales a ocho horas diarias y al derecho a formar sindicatos.
Al manejar el concepto “día del trabajo” y no “día del trabajador” encausamos la celebración hacia otros objetivos. La empresa privada no tilda al primero de Mayo como una celebración reivindicativa: se enfoca en la acción y no a la persona, quien da valor al trabajo como acción. Lo celebra como el día del trabajo, porque no le interesa evocar su orientación a la lucha por los derechos laborales. No se celebra el esfuerzo sindical, ni la lucha laboral, sino el único acto de vender la fuerza de trabajo a cambio de una compensación monetaria. ¿Bajo que intereses hace tal cosa?
Tal es la razón entonces por la cual el primero de mayo cada año, millones de personas se lanzan a las calles por todo el mundo, remembrando las hazañas del pasado y exigiendo hoy sus derechos como trabajadores y trabajadoras, en un mundo globalizado, mientras otros millones vuelcan el sentido conmemorativo de este día a vacacionar y disfrutan de un día de descanso.
NOTAS
[i] Del Obrero Revolucionario No. 351, 14 de abril de 1986, articulo conmemorativo tras los 100 años del suceso.
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